Las aguas subterráneas
pueden presentar problemas bien de cantidad o de calidad. El primer caso
corresponde a aquellos acuíferos intensamente explotados, incluso más allá de lo
que constituye un uso sostenible de sus recursos. Sin embargo, son más
preocupantes los problemas de calidad de las aguas subterráneas, y, por tanto,
los más acuciantes de resolver y gestionar. En cualquier caso, la mejor política
de protección de las aguas subterráneas es la que se aplica con carácter
preventivo.
El término
sobreexplotación de acuíferos ha sido utilizado para describir diferentes
situaciones. Conviene no confundir situaciones de sobreexplotación con el efecto
de eventuales períodos de sequía, en que se pueden producir, según en qué tipos
de acuíferos, descensos en niveles y caudales. Un acuífero es un embalse
subterráneo, y para utilizar con eficiencia sus recursos tiene que aceptarse que
los niveles de agua disminuyen mientras se está explotando.
En la
legislación española, la designación de sobreexplotación se aplica a tres
posibles situaciones:
1. Extracciones muy
próximas o superiores a los recursos renovables, que pongan en peligro inmediato
la subsistencia de los aprovechamientos existentes.
2. Deterioro grave
de la calidad del agua como consecuencia de dichas extracciones.
3.
Evolución del acuífero como consecuencia de la cuantía de las extracciones que
ponga en peligro la subsistencia a largo plazo de los
aprovechamientos.