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No por tópico deja de ser realidad que en el último medio siglo se han producido cambios espectaculares, tanto en el terreno científico y tecnológico como en la estructura político-social de la sociedad. Esos cambios han tenido un gran impacto en el aprovechamiento de los recursos hídricos subterráneos que se ha hecho en ese periodo de tiempo; impacto que ha tenido muchas facetas positivas y algunas negativas.

Una de las características claras de la sociedad española actual —y de tantos otros países— es que las leyes son prácticamente inaplicables si la ciudadanía —la sociedad civil— no entiende y comparte sus preceptos. Este incumplimiento, por falta de educación e información, es especialmente grave en el aprovechamiento de las aguas subterráneas, como reconoce el Libro Blanco del Agua en España, publicado en el año 2000. Ésta es una situación frecuente en nuestro país. Para justificar la publicación de este pequeño libro, basta quizá mencionar que el aprovechamiento progresivo e intensivo de las aguas subterráneas se ha producido en un corto periodo de tiempo (los últimos tres o cuatro decenios) y ha sido realizado esencialmente por cientos de miles de pequeños usuarios, en su mayor parte agricultores de mediana capacidad económica y también por algunos miles de abastecimientos urbanos.

    Como es bien sabido, los regadíos suponen del orden del 90% de los usos consuntivos de agua en España. Los datos disponibles indican con claridad que los regadíos con aguas subterráneas producen hoy más dinero y puestos de trabajo que los regadíos con aguas superficiales. Y ello, aunque la superficie regada con aguas superficiales sea más del doble de la superficie regada con aguas subterráneas, y el volumen anual de aguas superficiales utilizado en regadíos es unas cuatro o cinco veces mayor que el de aguas subterráneas utilizadas para el mismo fin. Esto indica una eficiencia notoriamente mayor de los regadíos con aguas subterráneas.

    Los aprovechamientos de aguas subterráneas, realizados  y financiados esencialmente por sus propios usuarios, se han efectuado con insuficiente atención por parte de los poderes públicos. Esto, unido  a   la   lógica   falta   de  formación   hidrogeológica   de   esos
pequeños y medianos agricultores, ha dado origen en algunas zonas a diversos problemas, que son descritos en este libro . Esos problemas están contribuyendo a  crear una  cierta  conciencia de que  la gestión de las aguas  subterráneas no  puede seguir del mismo modo.  La Ley de Aguas de 1985 constituyó un intento de poner orden en el aprovechamiento de las aguas subterráneas españolas pero, como el propio Libro Blanco del Agua reconoce, las mejoras alcanzadas hasta ahora son insuficientes.

    La Ley del Plan Hidrológico Nacional, promulgada en julio de 2001, también se ocupa del tema, y para tratar de resolverlo pide, entre otras cosas, que se haga una intensa campaña de educación hidrológica dirigida a amplios sectores de la sociedad. Esta publicación pretende ser una contribución a esa campaña de educación.

    Un aspecto relevante de este libro es que ha nacido como fruto de una cooperación entre la Administración del Estado, a través del Instituto Geológico y Minero de España, y la sociedad civil, representada en este caso por la Fundación Marcelino Botín. La preparación de este documento ha sido una acción conjunta de las personas de esas dos instituciones, que se mencionan en el lugar oportuno. También parece de justicia reconocer y agradecer las muchas horas que el Director General del Instituto Geológico y Minero de España, eminente hidrogeólogo, ha dedicado a revisar los diversos borradores elaborados hasta llegar a la versión actual.

    Para las personas de la Fundación Marcelino Botín ha sido una experiencia gratificante este trabajo en equipo con los expertos del Instituto Geológico y Minero de España. Pero, sin duda, lo más importante es que tenemos fundada esperanza de que este «pequeño libro» constituya una «gran ayuda» para conseguir una mejor gestión de ese tesoro escondido que son las aguas subterráneas españolas.

M. Ramón Llamas
Director del Proyecto Aguas Subterráneas
de la Fundación Marcelino Botín
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