Guía Geológica Parque Nacional de las Tablas de Daimiel

17 EL PARQUE NACIONAL EL DESCUBRIMIENTO DE LAS TABLAS DE DAIMIEL La Mancha desde la ermita de San Cristobal de Villarrubia de los Ojos. Si se tuviera que involucrar a algún colectivo en el conocimiento de las Tablas de Daimiel, éste sería el de los cazadores, porque este humedal, antes que muchas otras cosas, las que hoy se le atri- buyen, fue un cazadero de patos. Los estudiosos del tema se remontan al año 1325, al Libro de la Caza del Infante Juan Manuel, sobrino de Alfonso X El Sabio, fundador de la Ciudad Real. Desde entonces, se conocen otras muchas referencias, la mayoría relacionadas con las aves acuáticas y por supuesto, con su riqueza cinegética. La puesta en valor biológica, ecológica, y con ellas la recreativa, nace muy recientemente, en la segunda mitad del pasado siglo, por una preocupación acuciada por la conveniencia en su desaparición, motivada por intereses sani- tarios y económicos que ya venían de lejos. La presión de grupos ornitológicos y proteccionistas apoyados por organizaciones, internaciona- les tal como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, que en 1963 promueve el Proyecto MAR con el objetivo de la conservación de las zonas húmedas de Europa, y la propia estatal, el Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza, logran que se paralice la desecación. En 1973, las Tablas de Daimiel se convierten en parque nacional. Los estudios geológicos de este humedal son relativamente recientes y su enfoque ha sido predominantemente hidrogeológico. Sin embargo, las primeras referencias geológi- cas, y en concreto a los materiales pliocenos en los que se emplaza el parque se deben a Cortázar (1880). Más adelante, Eduardo Hernández-Pacheco en “Los cinco ríos principales de España y sus terrazas” (1928) ya se refiere a que “sobre la llanura manchega los cauces no corren por valles definidos sino por la superficie de la llanura en régimen incierto y vagabundo,… avanzar lentos y sin fijeza.” Tan solo hace un breve comentario a “la extensa comarca pantanosa entre Villarrubia de los Ojos y el noroeste de Daimiel” , aludiendo a los potentes manantiales denominados Ojos del Guadiana. Nada más. En 1932, un trabajo incluyendo perforaciones del subsuelo dirigido por este mismo autor, da a conocer la importancia de las aguas subterráneas en la zona. Entonces, a raíz de estos estudios, un periódico regional subrayó lo poco costoso y muy remunerador que sería su aprovechamiento.

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