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PRESENTACIÓN

Resulta emocionante comprobar cómo los hombres y mujeres que vivieron en esta tierra en tiempos tan remotos, se
vieron condicionados por ésta de forma similar a cómo nos vemos condicionados las sociedades desarrolladas actua-
les. Resulta igualmente admirable comprobar cómo supieron encontrar respuestas que, con el transcurrir de los siglos,
nos han legado a nosotros, sus actuales habitantes, un patrimonio histórico, artístico y cultural de primer orden. No
en vano, en nuestra eterna búsqueda de una vida mejor y menos incierta, los seres humanos hemos ido modelando
la naturaleza hasta el punto de haber creado paisajes que trascienden de lo estrictamente natural para convertirse
además en paisajes culturales. Estos paisajes culturales constituyen una realidad innegable y trascendental en La
Mancha, una comarca que ha sabido dar de forma universal nombre y reconocimiento a nuestra región.

Los hombres y mujeres que poblaron las llanuras que hoy denominamos La Mancha, convirtiéndolas en su hogar a
comienzos de la Edad de Bronce, hubieron de emplear todo su esfuerzo e ingenio para adaptarse a unas condiciones
climáticas marcadas por una aridez severa en la que los escasos recursos hídricos constituyeron, como hoy, el centro
de sus ocupaciones y de sus preocupaciones. Fruto de ese esfuerzo y de ese ingenio surgieron en estas llanuras las
motillas, que junto con otras construcciones como los campos de silos o los túmulos, o las morras en los altos, cons-
tituyen el referente principal de la sociedad más antigua de toda Europa capaz de captar agua subterránea. Algo sin
duda fascinante y asombroso cuando estamos hablando de las ya tan lejanas Edad del Cobre y del Bronce.

Debido a la importancia vital de estas construcciones, y de modo muy especial de las motillas, tales obras trascendie-
ron de su primigenia función de acceder y proteger el agua destinada al consumo humano, animal y agrícola, para
ocupar también toda una serie de funciones en la estructura social de aquellos pueblos, reveladoras de su importan-
cia. Así, fueron también silos y despensas, fortificaciones defensivas, límites territoriales, necrópolis, centros religiosos,
observatorios astronómicos relacionados con sus ritos religiosos a la vez que con su producción agraria, y fueron tes-
tigos de las primeras representaciones artísticas de carácter simbólico en La Mancha.

Pero además de todo ello, acaso aquellos hombres y mujeres nos hayan legado un patrimonio intangible aún más
valioso. No resultaría extraño que muchas de las técnicas y conocimientos actuales, empleados en una sociedad
moderna y avanzada, hundan sus raíces más profundas en el saber hacer de aquellas sociedades primitivas. Unas
sociedades que tuvieron que hacer frente a un entorno ambiental capaz de poner a prueba la capacidad de adapta-
ción y resiliencia humanas. Y mediante ese proceso, establecieron una íntima y total conexión con la tierra que les veía
nacer y morir. Seguramente algo de eso podamos encontrar en el carácter de los castellanos-manchegos del siglo XXI
y en el profundo amor que profesamos a nuestra tierra.

El libro que tienen en sus manos les permitirá conocer con profundidad y rigor científico el encomiable esfuerzo con-
ceptual y técnico que permitió a aquellas primitivas sociedades desarrollar en nuestra tierra -en su tierra- una vida más
próspera basada, ayer como hoy, en el acceso al agua.

¡Disfrútenlo!                                                                   Francisco Martínez Arroyo
               Consejero de Agricultura, Medio Ambiente y Desarrollo Rural de Castilla – La Mancha

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