Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido_2Edición

Ramond de Carbonières: Un pirenaista pionero A finales del siglo XVIII, bajo el espíritu de la ilustración, los hombres de ciencia europeos empezaron a hacerse preguntas sobre la constitución y origen de las montañas y a emprender la conquista de sus cimas tanto con fines científicos como por constituir retos deportivos. Tras la ascensión pionera de Horace-Bénédict de Saussure al Mont Blanc en 1787, una oleada de exploraciones y as- censiones se desarrollaron en todas las cordilleras europeas, a menudo estableciéndose una competencia entre investigadores por presentar los primeros resultados y alcanzar las cumbres de las montañas. En los Pirineos el principal punto de atención de los investigadores estaba centra- do en el Monte Perdido, al que entonces se consideraba la montaña más alta de la cadena; sin embargo esta circunstancia no era el principal foco de interés para los naturalistas de la época sino su constitución geológica, ya que está compuesto mayoritariamente de calizas con numerosos restos fósiles. Este interés se explica por el estado de investigación de las disciplinas geológicas en la época. Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la incipiente ciencia de la geología se encontraba dominada por las teorías de la formación de rocas deno- minadas como escuela Neptunista desarrollada por el profesor Abraham Gottlob Werner de la universidad de Friburgo. Werner consideraba que todas las rocas se habían formado como precipitados de un mar primigenio cuya composición había ido cambiando a lo largo del tiempo, así las rocas más antiguas estaban constituidas por precipitados minerales entre los que se incluían el granito y otras rocas cristalinas; a continuación precipitaron los componentes de las rocas metamórficas y después las rocas menos consolidadas que incluían fósiles. Según su modelo -hoy totalmente desfasado- en los sistemas montañosos estas rocas se encontraban ordenadas de forma simétrica, de modo que en su parte central, formando las mayores elevaciones, se encontraban las rocas más antiguas en y las rocas más jóvenes en sus márgenes. De este modo resultaba muy anómalo encontrar rocas con fósiles en las más altas cimas de una cordillera. Dos investigadores franceses, Philippe Picot, baron de Lapeyrouse y Ramond de Carbonniéres rivalizaron en estas investigaciones. Fue Ramond el que más empeño puso, realizando dos ex- pediciones en las que pudo compro- bar que efectivamente las calizas que constituían el macizo contenían fósiles de origen marino y eran relativamente recientes. Publicó sus datos en su obra “Voyages au Mont-Perdu et dans la par- tie adyacente des Hautes-Pyrénées“ en 1801. Sin embargo la cima de Monte Perdido se le resistía ya que este pico es mucho más inaccesible desde Fran- cia que desde España. Finalmente al- canza la cima el 10 de agosto de 1802, cuatro días después de una ascensión pionera de reconocimiento de dos guías de Bagères, que fueron llevados a la cima por un pastor aragonés. 183 8 FUEN BLANCA - COLLADO DE AÑISCLO

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