Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido_2Edición

El santo que vivió en estas montañas: San Úrbez A San Úrbez (o Urbicio) se le profesa gran devoción en todo el Pirineo oscense desde los tiempos más remotos. Los pueblos del valle de Vió acuden cuatro veces al año en romería a la ermita de San Úrbez en la Cueva del Sastral (el primero de mayo, el martes de Pentecostés, el 14 de septiembre y el 15 de diciembre, festividad del santo). Según la tradición, Úrbez nació en Burdeos en el año 702, en el seno de una familia noble. Su ciudad cayó en manos de los musulmanes y fue capturado y desterrado a Galicia junto a Asteria, su madre. Allí se encomendó a los Santos Niños Justo y Pastor para que intercedieran por él. Cuando fue liberado, peregri- nó a Alcalá de Henares, donde se encontraban enterrados los santos. La ciudad estaba bajo el dominio musulmán, y para evitar que los cuerpos de los mártires fueran profanados, los rescató para trasladarlos a tierras cristianas. Escapando a mil peligros, logró regresar a Burdeos con las reliquias. A partir de entonces, dedicó todos sus esfuerzos a divulgar el culto a los niños mártires, cuyos restos trasladaba consigo en una perpetua procesión. Volvió a atravesar los Pirineos, desde Gavarnie, por la Brecha de Rolando hasta llegar a Sercué donde trabajó de pastor. Cuando su santidad fue descubierta, abandonó el lugar para ir a Vió, para llevar la misma vida humilde y discreta. Se conoce el nombre de los lugares en los que se detuvo y aquellos de las familias a las que sirvió. Posteriormente estuvo en Albella, empleado en casa Villanueva. Un día, llega a oídos del dueño que los rebaños habían invadido los cultivos; al ir a reprenderlo, se encontró a Úrbez dormido. Cuál no fue su asombro, cuando vio que los rebaños sólo habían comido la cizaña y las malas hierbas. Es también en Albella donde Úrbez, al no poder vadear con su rebaño un torrente, crecido por una tormenta, colocó su cayado atravesando el torrente y por él atravesó todo el ganado. Tras estos sucesos, sus amos le declararon que ellos mismos no serían dignos de servirle. Viéndose otra vez descubierto, Úrbez se despidió. Se cuentan otros hechos extraordinarios como que las fieras se domesticaban con su proximidad y que seguían sus pasos; una vez, un oso sembraba el terror por la comarca, a Úrbez le bastó con tocarlo con su bastón para amansarlo y los lugareños se libraron para siempre de él. Tiempo después, peregrinó al monasterio de San Martín de Valdonsera. Allí, Úrbez se ordenó sacerdote. La última etapa de su vida transcurrió en Nocito, al pie de la sierra de Guara, donde se dedicó a la vida religiosa. Murió a los cien años de edad. Su cuerpo incorrupto se conservaba en el santuario de San Úrbez de Serrablo, cerca de Nocito, donde se veneró durante más de mil años. En 1936, durante la Guerra Civil profanaron el santuario y quemaron su cuerpo. “Si por sequía fatal / van afligidas las gentes / suplicando a Dios clemente/en la cueva de Sestral / de éste y cualquier otro mal / le salvas sin turbación / En cualquier tribulación / que hace al hombre desgraciado / sírva- nos Úrbez amado / ante Dios tu protección”. (Fragmento de los Gozos de San Úrbez ). 170 7 PARTE BAJA DEL CAÑÓN DE ANISCLO: DE SAN ÚRBEZ A LA FUEN BLANCA

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