Tal
y como se encuentran en la Tierra los recursos geotérmicos
no pueden ser aprovechados por el hombre. Para ello es necesario convertirlo
en una forma de energía directamente utilizable. Esta conversión
dependerá, sobre todo, del nivel térmico del recurso.
El
primer paso en esta conversión es trasladar el recurso, que
se encuentra a profundidades de 1,5-3 km, hasta la superficie. Esto
se consigue por la presencia de un fluido que actúa de vehículo
transportador de la energía. Este
fluido accede a la superficie mediante los sondeos perforados por
el hombre. Para cumplir su objetivo, los sondeos han de reunir las
condiciones de dimensión y acabado adecuadas, de manera que
duren el mayor tiempo posible, produciendo la máxima cantidad
de fluido, con el menor coste de mantenimiento.
El
fluido geotérmico, una vez alcanzada la superficie, se ha de
someter a las transformaciones necesarias para que su energía
térmica potencial pueda ser aprovechada. Los procesos empleados
en la transformación dependen del nivel térmico del
fluido. Los de alta temperatura (T > 150 ºC) se emplean para
la producción
directa de electricidad; los de media temperatura (100ºC
< T < 150ºC) se pueden emplear para producir electricidad
mediante el uso de ciclos binarios, que hoy en día presentan
todavía rendimientos termodinámicos muy bajos, siendo
su mejor utilización la aplicación en procesos industriales;
y, por último, los de baja temperatura (T < 100 ºC)
se emplean en usos directo
del calor, como calefacción de viviendas, procesos industriales,
usos agrícolas, y cuando la temperatura es muy baja (20-30
ºC), agua caliente sanitaria y aire acondicionado con el empleo
de bomba de calor.